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un niño atiende a las explicaciones de un apicultor en el Día Mundial de las Abejas

Un niño se inicia en la apicultura, una actividad en la que nunca se deja de aprender.

Este 20 de mayo es el Día Mundial de las Abejas, una jornada impulsada por el Gobierno de Eslovenia y proclamada por las Naciones Unidas para crear conciencia sobre la importancia de las abejas. Los apicultores de todo el mundo celebran también su amor por la apicultura, una actividad imprescindible para nuestra sociedad. Descubre por qué la apicultura es una pasión que atrapa cada vez a más personas.

La apicultura es una actividad a menudo ingrata. Las abejas sufren enfermedades, ataques de depredadores, sufren con las sequías, pasan hambre, se mueren masivamente… Las cosechas no siempre son buenas, el precio de la miel cae y las exigencias para producirla y comercializarla son cada día mayores… Y, sin embargo, no encontrarás un solo apicultor en el mundo que no ame de forma incondicional sus colmenas y que no piense que la próxima temporada todo irá mejor y las alzas rebosarán miel.

¿Qué tiene la apicultura para ser así de adictiva? ¿Por qué los apicultores viven con tanta pasión su relación con las abejas?

Aprovechando la celebración de este Día Mundial de las Abejas 2022, uno de los grandes eventos apícolas del año, vamos a reflexionar sobre los factores que convierten la apicultura en la razón de ser de tantas personas a lo largo y ancho del mundo, desde los apicultores que cosechan miel de colmenas silvestres en el Himalaya o la Amazonía, hasta los que practican la apicultura urbana en alguna gran ciudad europea o estadounidense.

ÍNDICE DEL ARTÍCULO
1 – Las abejas son uno de los soportes básicos de la biodiversidad y de la producción agrícola
eja
2- La apicultura es tecnología, biología, misterio y aprendizaje continuo
3 – La apicultura es conocer la naturaleza y comprender sus ciclos y cambios
4 – “Esta temporada será la buena”: la paciencia y la fe del apicultor

Si te gusta la apicultura o tienes interés en saber más de esta actividad, sigue leyendo. Vas a descubrir esas cualidades y valores que hacen del cuidado de las abejas algo más que una práctica agroganadera más.

1 – Las abejas son uno de los soportes básicos de la biodiversidad y de la producción agrícola

En 2020 se contabilizaron unos 94 millones de colmenas de abejas melíferas en todo el mundo. Son muchas más que en 2010, cuando los datos hablaban de algo más de 79 millones de colonias, lo que quiere decir que la apicultura está creciendo y cada vez hay más colmenas. Y esto es una excelente noticia.

Es un dato para celebrar en este Día Mundial de las Abejas 2022, porque las abejas son uno de los pilares centrales de la biodiversidad en nuestro planeta. Como todo apicultor sabe, de ellas depende la mayor parte de la polinización de plantas y árboles de todo tipo. Eso supone que la responsabilidad de garantizar la biodiversidad de los ecosistemas recae sobre las frágiles abejas.

abejas sobre una colmena en el Día Mundial de las Abejas

Abejas en una colmena.

Además, esa polinización es vital para los cultivos. La FAO, el Fondo de Naciones Unidas para la Alimentación, considera que hasta un 70 por ciento de los alimentos que consume la Humanidad se logran gracias a la acción polinizadora de las abejas. Por tanto, su presencia resulta de extrema importancia en la producción agrícola de todo el planeta.

Los apicultores son buenos conocedores de este papel de las abejas en la naturaleza y lo asumen con responsabilidad, conscientes de que su trabajo no solo redunda en ganancias para ellos, sino que están haciendo algo que beneficia a toda la comunidad. Incluso cuando las cosechas son malas y el apicultor pierde dinero, sabe que, al menos, sus abejas han ayudado a los demás haciendo crecer las plantas, mejorando las cosechas, fortaleciendo los ecosistemas.

Esta misión de las abejas es tan importante que hay muchas iniciativas para considerar la apicultura Patrimonio de la Humanidad. La última, impulsada en España.

2 – La apicultura es tecnología, biología, misterio y aprendizaje continuo

Esa idea de la abeja como protectora de la biodiversidad es poderosa y emocionante. Pero sería imposible de lograr si los apicultores no pusieran todo su empeño en mejorar continuamente. Lamentablemente, no es suficiente con poner las abejas en el campo y dejar que hagan su trabajo: hay que cuidar de ellas, proteger su estado de salud, defenderlas de todo tipo de depredadores, alimentarlas y, además, tratar de que generen algo de beneficio.

Para conseguir todo esto, los apicultores deben aprender y reciclares sin parar. Una persona que cultiva abejas es también un ganadero avezado, con un sentido innato para intuir la marcha de la temporada o el estado de una colmena. El apicultor tiene un poco de veterinario, mucho de inventor, bastante de carpintero, algo de biólogo, unas gotas de químico y mucho de meteorólogo. Y, sobre todo, aprende cada día.

Un apicultor, traslarvando reinas en la técnica de la cría de reinas sin orfanizar - Apicultura y miel

El traslarve, técnica fundamental, pero también compleja. Foto: Natasha de Vere & Col Ford.

Nadie que trabaje con abejas puede decir que lo sabe todo sobre ellas. Son animales que todavía tienen muchos misterios que contarnos: no conocemos bien su comportamiento, que a veces resulta impredecible, como pasa con la enjambrazón, que, por mucho que el apicultor intenta evitar, si la colmena quiere enjambrar, enjambra.

También falta mucho conocimiento sobre la química de la colmena, sobre las reacciones que se producen en la miel, en la fermentación del polen, en la producción de jalea real, en la propia comunicación entre abejas, basada en fenómenos como la trofalaxia, el intercambio de feromonas, pero también en un baile con el que codifican distancias, altura del sol… ¡Un lenguaje simbólico en un animal con un cerebro diminuto! ¿Cómo es posible?

Por otra parte, tenemos mucho por estudiar en cuanto a la adaptación de las abejas a fenómenos como el cambio climático, la destrucción de los hábitats, la contaminación… Y, sobre todo, tenemos muchísimo que aprender sobre el cerebro colectivo de las abejas, esa increíble maquinaria de toma de decisiones que es la colonia, una especie de monarquía electiva en la que las decisiones las toma la mayoría y donde todos los individuos saben qué tienen que hacer por el bien de la colectividad. ¿Te has parado a pensar, por ejemplo, que ninguna de las obreras que están vivas en una colmena en el mes de mayo llegará a ver el mes de julio? Ese increíble instinto de sacrificio hace que todas trabajen hasta la muerte para que la siguiente generación pueda hacer lo mismo. Es un comportamiento fascinante y todavía poco conocido.

un niño atiende a las explicaciones de un apicultor en el Día Mundial de las Abejas

Un niño se inicia en la apicultura, una actividad en la que nunca se deja de aprender.

Por tanto, los apicultores siguen aprendiendo cada día. Abrir una colmena siempre es como leer un libro del que se conoce el argumento principal, pero se desconocen las tramas y hay que explorarlas, casi como hacen los detectives, leyendo los indicios, sacando conclusiones, equivocándose y acertando. Cada día todo es nuevo en la apicultura.

Así, no le extraña a nadie que los apicultores devoren información. Todos quieren el último libro, el manual más completo, el informe más detallado, la revista más actualizada o la web más rica en contenidos. Toda formación es poca, porque estos pequeños seres alados son, todavía, bastante misteriosos. Y eso los hace mágicos e irresistibles.  

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3 – La apicultura es conocer la naturaleza y comprender sus ciclos y cambios

Desentrañar esos misterios es todo un desafío para los apicultores y todos, cada uno en su medida y a su manera, lo intenta. En su aprendizaje constante, los apicultores van adquiriendo una enorme cantidad de conocimiento sobre las abejas y su comportamiento: interpretan síntomas de enfermedades, analizan olores, perciben sonidos que solo ellos comprenden, como el canto de las reinas antes de enjambrar… Es una vida entera de observación.

apicultor recogiendo miel silvestre en Nepal - Día Mundial de las Abejas

Un apicultor recoge miel silvestre en Nepal.

Este hábito observador hace que el apicultor conozca en profundidad la naturaleza y sus signos. Las personas que trabajan con las abejas entienden perfectamente el clima del lugar donde tienen sus colmenas: saben si va a llover, si arranca la primavera o si el verano se alarga. Además, son capaces de predecir el inicio de una floración y también su final. Y saben perfectamente por qué y en qué momentos hay más alimento en el campo para las abejas.

Han aprendido todo esto y mucho más gracias a que comparten la naturaleza con las abejas, unos insectos que funcionan como sensores vivos y también son capaces de leer lo que les dice el entorno. Las abejas, por ejemplo, detectan las tormentas, fenómenos que las alteran notablemente. Y saben cuándo el campo está listo para soportar el crecimiento de las colonias: cuando el flujo de néctar aumenta, ellas aceleran y hacen que las reinas pongan más huevos. El apicultor aprende a interpretar esos signos y, así, puede comprender mejor el comportamiento de las abejas, y también el de la naturaleza que le rodea y de la que, al final, dependen él y sus colonias.

En nuestros días, el cambio climático es una amenaza creciente para la apicultura. Sus consecuencias, todavía difíciles de predecir, ponen en riesgo la actividad en muchas zonas del planeta. En otras, está produciendo transformaciones: las floraciones llegan antes y son más cortas, los inviernos cambian sus ciclos, las primaveras son muy cálidas y los veranos, tórridos. Llueve mucho en otoño y apenas nieva… Todo se trastoca y eso obliga a las abejas a adaptarse y, con ellas, a los apicultores, que deben aprender todo de nuevo.

4 – “Esta temporada será la buena”: la paciencia y la fe del apicultor

Y entre aprendizaje constante, observación y trabajo, los apicultores han aprendido algo muy importante: la apicultura no es una ciencia exacta. No se pueden multiplicar colmenas por kilos de miel y estos por euros, pesos o dólares. Antes, al contrario, la apicultura es incertidumbre, temores, inseguridad, riesgo. Y también mucha sabiduría, mucho trabajo y un poco de suerte. A veces, esa combinación sale bien y los panales engordan en primavera, las colmenas se llenan de abejas, los núcleos crecen y se fecundan rápido, la cosecha es buena y los bidones de miel se apilan al terminar la campaña… Y, sin embargo, otras veces…

Un colmenar con varias colmenas cubiertas de nieve. Apicultura y miel.

Un colmenar de la Unión Europea.

Otras veces el invierno empieza pronto y termina muy tarde, la primavera es fría y lluviosa, las abejas no pueden trabajar y la cría no prospera… En ocasiones no hay con qué hacer núcleos, o se escapan los enjambres, o se bloquean las colmenas… Hay años en los que las nieblas impiden que las abejas trabajen y se pasan las floraciones sin que los panales reciban una gota de miel… Hay veces en que las colmenas se llena de varroa, o de nosema, o de polillas… O hay hormigas, ratones, abejarucos, avispas asiáticas, osos… O ladrones de colmenas, que también abundan.

En esas circunstancias, cuando todo son problemas y las abejas se mueren, cuando se apilan las colmenas vacías, cualquiera lo dejaría para siempre. Pero los apicultores no. No abandonan, porque su pasión por la apicultura es más fuerte que cualquier adversidad y, creen firmemente que antes o después, volverán las flores. Son pacientes y saben que, cuando el sol se imponga al frío del invierno, sonará de nuevo el zumbido incansable de una abeja trabajando. Y es sonido despertará en los hombres y mujeres de las abejas un deseo irrefrenable de ponerse los guantes, abrir una colmena y ver cómo la cera se blanquea en los panales y cómo el polen brilla dentro de las celdillas, al lado de miles y miles de crías nuevas… Y, entonces, pensarán otra vez “esta temporada será la buena”. Y la rueda de la apicultura volverá a rodar para que la naturaleza no pierda nunca su ritmo. ¡Feliz Día Mundial de las Abejas, apicultores del mundo!