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vela de miel hecha con cera de abejas

Vela hecha con cera virgen de abeja.

La cera de abejas es uno de los productos más valiosos y sorprendentes de la apicultura. Conocida desde la más remota Antigüedad, la cera ha simbolizado históricamente la pureza y la luz. Hoy en día, es un ingrediente muy codiciado por la cosmética y también se emplea para muchos usos, como la decoración. Las velas de miel, decorativas y simbólicas, son uno de sus usos actuales más reputados.

Para las abejas, la cera es el material básico para construir sus panales. Para los apicultores, la cera es una herramienta fundamental para poner en marcha nuevas colonias y para ampliar el espacio de las ya existentes. Para el resto del mundo, la cera de abejas es un elemento de gran valor por su capacidad decorativa, su alta calidad y su simbolismo. Además, es imprescindible para la industria cosmética y para otras, como la de los productos de limpieza.

En este reportaje, analizamos todos los aspectos de la cera, desde su producción y cosecha, hasta su empleo en velas de miel y otros muchos usos. Sigue leyendo para conocer mejor de este increíble producto apícola.

ÍNDICE DEL ARTÍCULO
1 – Qué es y cómo se produce la cera de abejas
2 – Cómo se cosecha y procesa la cera de abeja natural
3 – La cera de abejas: sinónimo de pureza a lo largo de la historia
4 – La cera, hoy: de la cosmética, a las velas de miel artesanales
5 – Propiedades de la cera de abejas natural
6 – Bibliografia empleada

nLa cera de abeja no es un elemento muy abundante. Su relativa escasez hace que su valor se haya incrementado a medida que se ha ido convertido en un producto más valorado por el mercado. Si se trata de cera con certificación ecológica, estamos hablando de un bien realmente escaso. Veamos a qué se debe esta escasez.

1 – Qué es y cómo se produce la cera de abejas

La cera de abejas es un producto fundamental en la organización de la colmena. Es el material con el que las abejas construyen sus panales y, por tanto, está muy presente en las colonias. Los panales pueden contener la cría de las abejas, miel, polen o pan de abeja, y son las “plataformas” sobre las que trabajan, circulan y se agrupan las abejas. Son estructuras frágiles, pero, por su especial construcción soportan gran cantidad de peso en suspensión. Y todo gracias la cera y sus especiales propiedades.

Para producir la cera, las abejas llevan a cabo un enorme esfuerzo. De él se encargan principalmente las abejas más jóvenes, y se considera que alcanzan la mayor capacidad de producción cuando tienen en torno a 15 días de vida.

panales de cera de abejas

Panales naturales de cera.

Estas abejas cereras segregan diminutas láminas de cera a partir de unas glándulas ubicadas en la parte inferior de su abdomen. Miden 1,5 milímetros de largo por un 1 milímetro de ancho y son tan finas que parecen transparentes. Con sus patas y pinzas bucales, las obreras mastican, amasan y moldean esas láminas, a las que añaden sustancias glandulares provenientes de sus mandíbulas. Poco a poco, a medida que se agregan unas a otras, las láminas se van convirtiendo en piezas de construcción, dando forma a los panales.

Al principio, las estructuras de los panales son prácticamente blancas, pero pronto se tornarán amarillas y, con el paso del tiempo, adquirirán un tono más bien pardo o incluso marrón muy oscuro.

Composición de la cera de abejas

Estas láminas que segregan las cereras son básicamente un material graso. De hecho, químicamente se describe la cera de abeja natural como un éster de ácidos grasos con alcoholes de elevado peso molecular o cadena larga. Su composición química incluye un alcohol (c30H61OH) y también un ácido palmítico (CH3(CH2)14COOH).

Esta combinación da lugar a ese producto graso, maleable y elástico que conocemos como cera. Físicamente, la cera es una masa amarillenta-blanquecina que se funde a partir de los 65º y es fácil de moldear en cuanto supera los 40º. Si se enfría mucho, se vuelve quebradiza. Si se calienta a más de 85º, se vuelve totalmente blanca y pierde su aroma.

Una obra maestra de la ingeniería natural

La generación de cera es gran un esfuerzo colectivo. Para producir un kilogramo, la colonia debe consumir entre 4,3 y 12 kilogramos de miel y la temperatura de las zonas donde trabajan las cereras debe estar entre los 33 y los 36º. Esto hace que las abejas solo puedan construir panales cuando la temperatura es adecuada y hay suficientes reservas de alimento. En épocas invernales, la construcción (estirado de panales) se detiene por completo.

Los panales, como es bien sabido, están compuestos por celdillas hexagonales. En realidad, en la naturaleza, las abejas crean esas celdillas más o menos circulares, pero el peso y la presión que experimentan unas celdillas sobre otras hacen que adopten esa forma hexagonal. El hexágono es una forma muy eficaz, porque permite almacenar mucha cantidad de miel o polen en muy poca superficie.

trozo de panal de cera de abejas

Fragmento de un panal de cera virgen.

Los apicultores conocen perfectamente el patrón de construcción de las abejas y lo incentivan suministrando lo que se denomina láminas de cera estampada. Son láminas del tamaño de un panal que llevan estampadas las bases de las celdillas, invitando a las abejas a continuar su construcción (estirarlas, se dice en el argot de la apicultura).

Estas láminas de cera estampada ahorran gran cantidad de trabajo a las abejas, pero también requieren una importante cantidad de cera para su producción. Una colmena de 20 panales (modelo Langstroth de 10 cuadros en la cámara de cría y otros 10 en el alza) necesitará casi dos kilogramos de cera en forma de láminas). Es fácil comprender la cantidad de cera que necesitan los apicultores en forma de láminas, sobre todo en época de multiplicar el colmenar a través de núcleos o paquetes de abejas. Y también cuando amplían con alzas la capacidad de almacenamiento de las colmenas.

2 – Cómo se cosecha y procesa la cera de abeja natural

Los apicultores logran cera de dos formas: a partir de los opérculos (sellos de cera de los panales de miel) y a partir del reciclado de panales viejos o rotos.

Cera de opérculos

Cuando se extrae la miel, los apicultores cortan el fino sello de cera que tapa las celdillas con la miel madura. Ese sello, el opérculo, es cera muy pura y limpia, la de mejor calidad. Los apicultores dejan que escurra la miel que contiene y después lo reservan para fundirlo. Es la cera de mejor calidad porque es muy reciente y, al pasar poco tiempo en la colmena, no acumula restos de medicamentos o de productos contaminados que hayan podido entrar en la colmena, bien por la acción del apicultor, bien por la de las propias abejas.

Por su propia naturaleza, la cera de opérculos es muy escasa. Se calcula que se consigue un kilogramo por cada 100 kilogramos de miel extraída.

láminas de cera de abejas

Láminas de cera de abejas listas para su uso.

Cera de panal

La otra forma de lograr cera es fundir panales viejos. Si se trata de panales que solo han tenido miel, el rendimiento de cera es alto. Sin embargo, los panales de cámara de cría y los más viejos no rinden tanto. Esto se debe a que contienen restos de las ninfas de cría, polen y otros restos de la actividad apícola que actúan como esponjas y se llevan una parte de la cera. Incluso prensando muy bien la masa fundida, se pierde un porcentaje notable.

Para obtener la cera limpia, es necesario fundirla. Esto se puede hacer de varias formas, aunque las más aconsejables son utilizar un cerificador solar o uno basado en vapor u otra forma de generar calor rápido y a gran temperatura.

Cerificador solar

Un cerificador solar es un recipiente acristalado en el que se meten los opérculos o los trozos de panal y se pone al sol. El calor que recibe hace que, lentamente, la cera se vaya fundiendo y salta líquida a un contenedor. Es un sistema interesante, porque genera cera muy limpia y pura, pero también es muy lento.

Calderas de vapor

Las calderas de fundido de cera son grandes recipientes que constan de dos partes. En la inferior, se hace hervir agua para generar vapor. Ese vapor se hace circular por la parte superior, en la que se echan los trozos de vapor. El calor del vapor funde rápidamente la cera, que sale por un grifo, dejando atrás solo los residuos que no se funden.

En ambos casos, la cera se va reuniendo en contenedores donde se solidifica de nuevo en forma de lingotes, que se almacenan hasta que sean necesarios.

En la apicultura, esos lingotes se fundirán nuevamente para ser convertidos en láminas de cera estampada. Este proceso puede hacerse artesanalmente, lámina por lámina, o utilizando grandes máquinas que funden y estampan la cera. En ambos casos, la idea es la misma: reaprovechar la cera para el uso apícola.

Sin embargo, hay otra parte de la cera que, una vez recogida en esos grandes bloques, se vende a diferentes industrias y con muchas finalidades.

3 – La cera de abejas: sinónimo de pureza a lo largo de la historia

No se sabe cuándo descubrió el ser humano las propiedades de la cera y empezó a cosecharla y a fundirla. Lo que sí se sabe es que lleva haciéndolo al menos 9000 años, lo que nos remonta a los albores de la civilización.

En Catalhöyük, Turquía, en el yacimiento de lo que se considera como la primera ciudad de la historia, un equipo de investigadores liderado por Mélanie Roffet-Salque, de la Universidad de Bristol, ha analizado restos de cerámica de hace 90 siglos años y ha identificado en ellos la “huella química” que dejó la cera abeja hace tanto tiempo. Este trabajo, publicado en la prestigiosa revista Nature, retrasó varios milenios el uso de la cera, que se creía mucho más tardío.

abejas construyendo en un panal

Cuanto más nueva y virgen sea la cera, más blanco es su color.

Este hallazgo sitúa también el inicio de la apicultura como una actividad organizada y productiva, en torno al 7000 antes de Cristo, porque las evidencias anteriores solo hacen referencia a la recolección de miel procedente de colmenas silvestres. Es el caso de la celebre pintura de la Cueva de la Araña, en Bicorp, Valencia, que se remonta a entre 6000 y 9000 años antes de Cristo. Esto quiere decir que, mientras en la Península Ibérica todavía se “cazaba” miel, en el Mediterráneo Oriental había nacido ya la apicultura y empezaba a expandirse desde lo que hoy es Turquía hacia la primitiva Grecia.

En todo caso, a medida que las civilizaciones antiguas se consolidaban y sofisticaban, la cera de abejas fue ganando importancia. Los humanos de esa época remota descubrieron que este material tenía muchos usos, pero, sobre todo, uno muy importante: la iluminación. Aprendieron a confeccionar velas de cera de abeja y se dieron cuenta de que duraban mucho, no ensuciaban tanto como las lamparillas de aceite y producían buen olor.

Usos médicos antiguos de la cera de abeja

La cera natural ocupó rápidamente un papel importante en el repertorio de los médicos de la Antigüedad. Fue utilizada habitualmente en emplastos y cataplasmas de todo tipo, además de ser parte de “fórmulas magistrales” en las que se utilizaba como excipiente.

Uno de los usos más sorprendentes es el de servir como masilla para empastes en la odontología primitiva. Este empleo está documentado por un estudio del centro Abdus Salam International, una institución italiana especializada en física teórica. Sus investigadores han encontrado un diente al que se le aplicó una capa de cera para cubrir una grieta abierta en la dentina, una suerte de empaste. Los científicos creen que se hizo en fechas muy próximas a la muerte de la persona propietaria del diente, pero no pueden determinar si ya había muerto o no cuando se aplicó la cera. Esta singular operación odontológica se remonta a 6500 años de antigüedad.

Carácter simbólico de la cera de abejas en la Antigüedad

Este carácter especial de las velas de cera de abeja influyó notablemente en su percepción y pronto se consideró un símbolo de pureza y limpieza. Al estar elaborada por las abejas, que no la mezclan con nada, se vio siempre como un producto puro, incontaminado. La calidad de la luz de sus velas contribuyó a esta simbolización.

El resultado es que la cera aparece en los mitos más antiguos de la Humanidad. Es el caso del mito del rey Telenipu, de la cultura hitita. En él, se puede leer “ponlo en pie, toma cera, límpiale las manos, purifícalo y tráelo ante mí”. Son palabras escritas casi 1500 años antes de Cristo.

fragmentos de cera de abejas fundida en lingotes

Fragmentos de cera fundida y hecha lingotes. Foto: Maja Dumat, en Flickr.

Ya antes, los antiguos egipcios habían incluido la cera de abeja en sus rituales más importantes: los de momificación y preparación de los cuerpos para la vida eterna. En esta cultura, la cera juega un papel clave como producto utilizado para momificar los cadáveres. Se sabe, por ejemplo, que sellaban nariz y ojos de los cadáveres con cera de abeja mezclada con algunas resinas vegetales.

Pero los egipcios utilizaron la cera de abeja para muchas otras cosas. Por ejemplo, para impermeabilizar sus prendas de lino, que, gracias a la protección que les da la cera, han podido conservarse en muchos casos hasta la actualidad.

Además, se sabe que fundían cera y la moldeaban con formas de figuras ligadas a diferentes rituales y hechizos. En una religión vinculada a la magia, estas figurillas eran empleadas con mucha profusión por su capacidad de arder y llevarse consigo todo tipo de maldiciones o conjuros.

Es posible, asimismo, que fueran los egipcios los primeros en utilizar la cera con fines cosméticos: descubrieron que se podía emulsionar con aceites esenciales para fijar el aroma de los perfumes.

También emplearon la cera de abeja natural para producir esculturas de la más exquisita factura. Es lo que se conoce como técnica de cera perdida, empleada todavía hoy para la escultura hecha por fundición de metal.

Grecia y Roma, grandes consumidoras de cera

Como todas las culturas del Mediterráneo, griegos y romanos consumieron enormes cantidades de cera. Su uso estaba muy extendido, desde los talleres de escultura y fundición, a la cosmética. Y era tan valiosa que, cuando los romanos vencieron a los corsos, les impusieron un tributo equivalente a 45 toneladas de cera de abeja.

Tanto en Grecia como en Roma, la cera fue ampliamente utilizada por los perfumistas. Y también por los fabricantes de cremas cosméticas, que sabían ya que la cera protegía la piel y tenía un cierto poder contra las arrugas. Otro uso cosmético de la cera tenía que ver con una de las modas romanas más extendidas: blanquearse el rostro.

Edad Media: la cera de abeja ilumina la fe

Con la llegada de la Edad Media, la cera de abeja alcanza quizá su máximo valor. Miles y miles de iglesias surgen por toda Europa y reclaman cera. Las velas hechas con este material se consideran las mejores por la calidad de su luz, su larga duración y la limpieza con la que arden.

Pero, además, la pureza de las velas se asocia con la carne pura de Cristo recibida de la Virgen María. La mecha de la vela representa al alma viva de Jesús y a su divinidad. De hecho, en las iglesias siempre hay al menos una vela encendida, salvo en Viernes y Sábado Santo, cuando se considera que Jesús está muerto.

rosa de cera de abejas

Cera de abejas moldeada con forma de flor.

Esto hace que los monasterios e iglesias requieran mucha cera, con lo que la apicultura se asocia a la actividad monástica. Los monjes tienen colmenas y lagares de cera, y con las velas iluminan el culto y su actividad intelectual: los copistas medievales miniaron sus códices a la luz de las velas de miel.

La importancia de la cera en este periodo fue tan grande que se utilizaba incluso como pago de impuestos. Por ejemplo, se sabe que, en el siglo XIV, los campesinos de una región francesa pagaban dos libras de cera anuales a la iglesia, aproximadamente un kilo.

Y como el consumo de cera no menguaba, su producción se fue organizando y casi industrializando. Así, en 1371, nació en Londres el primer gremio de la historia, el de los productores de cera, conocido como The Worshipful Company of Wax Chandlers.

Con el paso del tiempo, otras formas de iluminación dejaron a las velas obsoletas. Sin embargo, la iglesia ha seguido prefiriendo las velas de cera de abejas por su pureza: en la iglesia ortodoxa, además, es obligatorio que sean así en todo caso, incluyendo en las velitas de ofrendas. En la católica no es obligatorio, salvo en las velas de uso ritual, que, según estipula una orden de 1904, deben estar hechas en la máxima proporción posible con cera de abejas.
Sin embargo, otras velas de parafina o que mezclan parafina y cera pura han ido ocupando el lugar de las tradicionales en la gran mayoría de los casos.

Hoy en día, las velas de cera de abejas, también llamadas a veces velas de miel, tienen un papel más bien decorativo. Adoptan todo tipo de formas y, sobre todo, aportan a cualquier ambiente un aroma relajante y dulce, idóneo para perfumar interiores con un toque elegante y clásico.

4 – La cera, hoy: de la cosmética, a las velas de miel artesanales

Ese uso decorativo es uno de los más habituales para la cera de abejas en la actualidad. Se fabrican velas con las formas y colores más variadas. Desde una simple lámina estampada y enrollada con una mecha, hasta las figuras más sofisticadas.

Todas estas velas de miel tienen en común la pureza de la cera, que les da un carácter especial en cualquier ambiente. Son productos artesanales que remiten a ese simbolismo histórico de la cera, esa idea de la pureza y de la limpieza.

Además, las velas de cera, tanto apagadas como encendidas, propagan un aroma dulce, de notas boscosas, que es, a la vez, sofisticado, natural y muy relajante. Cuando arden, producen más luz que las velas de otros materiales, y se considera que, al hacerlo, emiten iones negativos que limpian el aire.

Pero la cera tiene muchos otros empleos en nuestros días. Los principales son estos:

La cera de abeja en la cosmética

Como hace miles de años, la industria cosmética sigue utilizando la cera de abeja. Hoy es la base de cremas, pomadas y otras muchas soluciones. Su capacidad para mantener la piel hidratada y para fijar perfumes hace que siga siendo un excipiente perfecto que, además, actúa como espesante y no produce alergias.
La industria cosmética suele preferir la cera más pura, la de opérculos. E incluso la blanquean para emplearla en sus variantes más limpias.

También se utiliza la cera de abeja para pomadas de uso tópico en el tratamiento de quemaduras, rozaduras, eccemas y otros problemas de la piel. Y está presente en muchas ceras depilatorias, bálsamos labiales, cremas humectantes, lociones, ceras para el cabello e, incluso, como aditivo alimentario, con el código E901.

lata de cera para cabello

Cera para cabello elaborada con cera de abeja.


Mascarilla con cera de abejas para el cuidado de la piel

Hacer una pomada con cera no es difícil. Una receta sencilla podría ser esta:

  • Derretir a fuego lento 10 gramos de cera de abeja pura.
  • Mientras está líquida y sobre el fuego, añadir el contenido de una cápsula de vitamina E (antioxidante).
  • Retirar del fuego y, mientras está caliente, añadir 1 cucharada de agua de rosas. Mezclar.
  • Dejar enfriar y guardar en un recipiente con tapa.
  • Aplicar al rostro como mascarilla cada noche antes de dormir.

Usos industriales: de la carpintería a la electrónica

Otras muchas industrias utilizan la cera de abejas. Por ejemplo, en la confección se emplea para recubrir cordones para calzado o telas impermeables, también para la preparación y sellado de prendas y objetos de cuero. Es habitual su uso para encerar cartones o para fabricar recipientes para comida (conserva mejor las propiedades).

Forma parte de ceras para abrillantar y pulir suelos, especialmente de madera, y se utiliza también para algunos betunes y cremas de limpiar zapatos y es muy apreciada en la carpintería para proteger la madera y darle un barniz natural e impermeabilizante.

Incluso es apreciada por la industria de los componentes electrónicos, que la utiliza para encapsular conectores y aislarlos de la humedad.

Igualmente, se sigue utilizando en algunos trabajos de orfebrería y escultura, en técnicas de cera perdida. Y es un ingrediente imprescindible para algunas pinturas y barnices, incluso en los que se utilizan en las bellas artes.

recipiente de plástico tapado con un paño encerado

Un paño encerado es perfecto para proteger alimentos en un recipiene.

5 – Propiedades de la cera de abejas natural

Estos muchos usos de la cera muestran su versatilidad y, sobe todo, la alta calidad de sus propiedades naturales, entre las que destacan estas:

  • Es un producto completamente natural, en el que no hay ningún componente artificial, ni disolventes, ni naftas, ni parafinas. Como mucho, puede haber algún residuo procedente de los tratamientos médicos de las colmenas, siempre en cantidades minúsculas.
  • Se sabe que la cera, como la miel y el propóleo, tiene propiedades antibacterianas. Las pomadas con cera como base, actúan muy bien contra problemas de la piel de origen bacteriano.
  • Antifúngica. Su capacidad de impermeabilizar hace que los hongos no prosperen.

Panales naturales de cera de abeja

Panales naturales hechos completamente con cera de abeja.

  • Se puede comer. Aunque no tiene nutrientes y no sabe especialmente bien, se puede ingerir sin problema. Es totalmente inocua y no produce reacciones alérgicas de ningún tipo.
  • Fundida y cremosa, extendida sobre la piel, hidrata y protege de forma natural. Esto hace que sea la base de multitud de pomadas y bálsamos, como los labiales.
  • No caduca ni se corrompe. Como sucede con la miel, si se guarda en un lugar seco y a la sombra, no caducan nunca y nada hace que se pudra o corrompa.

Todas estas cualidades y usos hacen de la cera de abejas pura uno de los productos más apreciados de la apicultura. Todo un símbolo de pureza que ha acompañado e iluminado al ser humano desde que salió de las cavernas.

6 – Bibliografía empleada

Fao (2010) La cera de abejas, un producto útil y valioso. Disponible en: https://www.fao.org/3/y5110s/y5110s07.htm

Jean Prost, Pierre (2007) Apicultura. Conocimiento de la abeja. Manejo de la colmena. Barcelona: Editorial Mundi Prensa.

Philippe, Jean-Marie (2008) Guía del apicultor. Utilizable en todas las regiones apícolas del mundo. Barcelona, Omega.

Roffet-Salque, M., Regert, M., Evershed, R. et al. (2015) Widespread exploitation of the honeybee by early Neolithic farmers. Nature 527, 226–230 (2015). https://doi.org/10.1038/nature15757

Seeley, Thomas D. (2019) The lives of bees. Princeton: Pricenton University Press.

Libros para saber más sobre apicultura

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