Modificado por Redacción

una abeja solitaria sobre una flor, una de las especies amenazadas por el cambio climático

Una abeja solitaria, polinizando flores de cerezo.

Una investigación científica apunta a que las especies de abejas de tamaño pequeño, como muchas abejas solitarias, se adaptan mejor al cambio climático. En cambio, los abejorros de gran tamaño están reduciendo su número.

La polinización es una actividad básica para la economía, pero, especialmente, para la naturaleza. Muchas personas creen que las abejas melíferas son las únicas responsables de polinizar los cultivos, pero no es así: comparten esta tarea con miles de especies de polinizadores, como abejorros, sírfidos, algunas avispas y unas 20000 especies de abejas.

Ahora, esa fuerza polinizadora está sufriendo los embates del cambio climático. Y lo sufren especialmente los insectos polinizadores de mayor tamaño, como los abejorros. Así lo demuestra un estudio científico recién publicado que señala que las abejas pequeñas (de tamaño reducido, como las abejas silvestres y solitarias) se están adaptando mejor al cambio en el clima, mientras que las abejas de mayor tamaño y los abejorros estarían declinando.

El trabajo lo firma un equipo de científicos de varias universidades estadounidenses y se acaba de publicar en la prestigiosa revista Journal Proceedings of the Royal Society B. El estudio se ha llevado a cabo durante ocho años. A lo largo de esos años, los investigadores han analizado la presencia de abejas y otros polinizadores en las Montañas Rocosas de Estados Unidos, una región de tipo subalpino que experimenta de forma drástica los efectos del cambio climático. En esta zona, las primaveras son cada vez más tempranas y cálidas, con una retirada prematura de la nieve invernal.

Allí, han capturado más de 20000 insectos y documentado la presencia de al menos 154 especies de abejas y han estudiado cómo se han ido adaptando durante este tiempo a las nuevas circunstancias climáticas. Y sus resultados muestran como las abejas silvestres y solitarias de mayor tamaño, constructoras de panales, como las abejas alfareras (Osmia cornifrons) o las abejas cortadoras de hojas (Megachile lagopoda), pierden terreno y son cada vez menos numerosas. Les sucede lo mismo a otros polinizadores voluminosos, como los abejorros (Bombus).

abejorro, una especie que sobrevive peor al cambio climático

Un abejorro (Bombus).

Según los investigadores, sus datos sugieren que “los cambios producidos por el clima en la temperatura, la capa de nieve y las precipitaciones estivales pueden remodelar de forma dramática las comunidades de abejas”.

En especial, el estudio ha mostrado cómo la falta de nieve influye en la reducción de las abejas que invernan en forma de larvas prepupa. En cambio, las que invernan como adultas han aumentado. Esto sugiere que las condiciones climáticas cambiantes afectan al tamaño corporal, al contenido de lípidos en los cuerpos de las abejas y, finalmente, a su capacidad para sobrevivir al invierno.

Finalmente, de esa remodelación salen mejor paradas las abejas de pequeño tamaño que invernan como adultas. Destacan, sobre todo, las abejas solitarias y las pequeñas colonias de abejas que anidan en el suelo. Sus cuerpos pequeños se adaptan mejor al cambio climático.

A cambio, los abejorros parecen soportar peor el aumento del calor y constituyen un “grupo más amenazado por el cambio climático que otras abejas”, lo que está obligándolos a migrar a zonas más elevadas, donde las temperaturas sean más bajas.

Los investigadores dicen también que estos cambios producidos por las alteraciones del clima podrían tener efectos en cascada en la polinización y en el funcionamiento de los ecosistemas. Creen, por ejemplo, que la ausencia de abejas grandes limitaría las áreas de polinización, puesto que esas especies más voluminosas vuelan más lejos para polinizar.

Aunque estos resultados se han obtenido en una zona montañosa muy concreta, otras investigaciones similares ofrecen datos parecidos a lo largo y ancho de Estados Unidos.

Cambio climático y agricultura intensiva: combinación letal

El impacto del cambio climático en los polinizadores se viene investigando -y demostrando- desde hace tiempo. A este artículo publicado en el Proceedings of the Royal Society B, se une otro que acaba de publicar la muy prestigiosa revista Nature. En este otro trabajo, investigadores del University College de Londres (UCL) han encontrado una fuerte relación entre el cambio climático, la agricultura intensiva y la desaparición de los polinizadores.

Este estudio es el primero que vincula ambas causas (alteraciones climáticas y prácticas agrícolas intensivas) con la muerte y retroceso de la presencia de insectos polinizadores en el medio ambiente. De hecho, los autores de este trabajo consideran que esta combinación es culpable de la desaparición de hasta el 49 por ciento de los polinizadores en algunas zonas del mundo.

El investigador principal de este equipo, Chalrie Outhwaite, del Centro para la Investigación en Biodiversidad y Medio Ambiente del UCL, asegura que “muchos insectos parecen ser muy vulnerables a las presiones humanas, lo cual es preocupante a medida que el cambio climático empeora y las áreas agrícolas continúan expandiéndose”. Así, estos científicos resaltan la urgencia de tomar medidas para preservar los hábitats naturales, frenar la expansión de la agricultura de alta intensidad y reducir las emisiones. para mitigar el cambio climático.

abeja solitaria sobre una flor de fresa

Una abeja solitaria, libando en una flor de fresa.

Sus datos muestran que la cobertura de vegetación natural (bosques o campos naturales) permite amortiguar el efecto del cambio climático. Han demostrado que en los lugares donde al menos un 75 por ciento del territorio tiene una cobertura natural, la abundancia de insectos solo se ha reducido un 7 por ciento. En cambio, en aquellos espacios donde el hábitat original ha sido reemplazado por cultivos y solo queda un 25 por ciento de cobertura natural, la pérdida de insectos llega hasta el 63 por ciento.

En España, invernadas más cortas

España, por su especial ubicación geográfica, es un país muy expuesto a las consecuencias del cambio climático. La apicultura española, muy castigada por motivos comerciales y sanitarios, también está sufriendo la alteración climatológica.

En concreto, las colmenas españolas adelantan cada año su despertar tras el invierno. Las  temporadas de descanso invernal son cada vez más cortas y cálidas, con un claro retroceso de la nieve y temperaturas más altas.

Un sírfido, sobre una flor, afectado por el cambio climático

Un tipo de sírfido.

Esta circunstancia hace que las abejas adelanten sus ciclos reproductores, con fuerte presencia de cría en meses como enero y febrero en buena parte del país. Esta circunstancia debilita a las colonias ante cambios en el tiempo: los temporales de primavera sorprenden a las abejas con grandes necesidades alimenticias porque tienen mucha cría, lo que las vuelve vulnerables.

Además, se adelanta la salida de enjambres y se descompasa el ritmo de las abejas en relación a las floraciones, que, a su vez, también sufren por la falta de lluvias y las altas temperaturas.

En resumen, el cambio climático, imparable, está afectando de forma global a las abejas, que tratan de adaptarse con desigual fortuna. La apicultura como tal parece menos amenazada, pero los miles de especies de polinizadores silvestres sí están sufriendo un impacto muy severo.

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